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viernes, 30 de julio de 2021

REFLEXIONES SOBRE LA HUELGA QUE DEFENDIÓ LA GRATUIDAD DE LA UNAM, A 22 AÑOS DE SU INICIO

 Por: José Luis García Paniagua

El paso del tiempo nos permite ver los hechos históricos y políticos desde otra perspectiva. También nos puede llevar hacia la trampa de añorar que las situaciones concretas se dieran de alguna u otra forma, haciendo a un lado la correlación de fuerzas que en dicho momento político dominaban y los factores de personalidad que imperaban en las diversas corrientes políticas.

Hablar de la huelga por la gratuidad de la UNAM de 1999-2000, es levantar ámpula en amplios sectores universitarios y también en la mayoría de los grupos de poder, tal vez por las siguientes razones:

1)     Los órganos de poder dentro de la universidad están incólumes e intocados. Pocos, casi nulos, han sido los cambios reales que han sufrido los órganos que administran la universidad, lo cual nos hace pensar que los grupos de poder que la han controlado, lo siguen haciendo.

2)     La mayoría de las personalidades que hoy ocupan puestos en el poder político tanto a nivel federal, como a nivel de la ciudad de México, fueron actores políticos en el conflicto universitario o tuvieron influencia y opinión. La mayoría de ellos en contra del Consejo General de Huelga (CGH), que fue el órgano que aglutinó y organizó el descontento en esta coyuntura.

3)     Cada corriente política que participó dentro del CGH o en general en la Huelga, crearon para si mismos una narrativa, mediante la cual quisieron explicar dicho acontecimiento histórico a las nuevas generaciones de alumnos, de tal manera que hay tantas narraciones como corrientes políticas estudiantiles existen dentro de la universidad, en el colmo de la lucha entre corrientes que se libró después de la huelga por imponer la historia del movimiento, una de ellas se adjudicó el nombre de CGH.

Si bien es cierto que en los seminarios y en la historiografía de la UNAM, la huelga plebeya del 99-2000, se ha ganado un espacio, esto ha sido a contrapelo de quienes hoy controlan la universidad. No es casual, ya que el CGH rompió con muchos de los grupos políticos dentro y fuera de la universidad, tanto por sus métodos de lucha como por su forma de tomar decisiones. Para ser mas claros, el CGH puso en evidencia lo camaleónico de los grupos de poder político en México, incluida la izquierda electoral, en aquel entonces representada en el PRD, que ya daba evidencia del olvido de sus más de 300 militantes que con su vida habían hecho posible la lucha democrática en Guerrero y Michoacán.

De alguna manera el CGH al arrebatarle la representación estudiantil al antiguo CEU y constituirse como interlocutor único y válido en el conflicto, se anticipó a la ruptura que el EZLN tendría con el PRD, en ese entonces liderado “moralmente” por Cárdenas, pero controlado por el entreguismo de Jesús Ortega y sus tocayos; posterior a la Marcha del color de la tierra del 2001 y a la aprobación de una ley indígena totalmente ajena a los acuerdos llegados con el grupo insurgente.

El CGH tuvo que nacer a contracorriente de los activistas profesionales del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), liderados por Carlos Ímaz, que después de la huelga de 1986 se había convertido en un grupo de poder más, dentro de la universidad. Más que ser un órgano democrático y representativo se había convertido en un instrumento de control, como evidencia de ello queda para la historia el papel que jugó en la reforma a los CCH´S, que tuvo como nefasta consecuencia la eliminación de dos turnos y la reforma administrativa que limitaba el tiempo de permanencia dentro de la universidad.

No esta de mas recordar que, justo en el año 2006, Carlos Ímaz, ex delegado de la delegación Tlalpan y esposo de Claudia Sheinbaum, se vio inmiscuido en los escándalos de corrupción, apareciendo en videos en los cuales se le ve recibiendo pacas de billetes, supuestamente destinados para la campaña del incólume e inmaculado, en ese entonces, candidato a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador.

La verdad es que podríamos ahondar en la posición que, sobre el movimiento estudiantil, tuvieron muchos de los actores políticos, intelectuales incluidos, pero la verdad es que pocos saldrían bien librados. Todos y cada uno contribuyeron a la campaña mediática que se orquestó desde la Secretaría de Gobernación en contra del movimiento estudiantil. El tiempo y sus posturas los pusieron en evidencia. Para que quede claro, ante el embate de los órganos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OCDE, que empujaban con ansiedad de puercos hambrientos hacia la privatización de la educación media superior y superior, solo los estudiantes organizados en el CGH se opusieron de manera contundente y defendieron su carácter público y gratuito. Mientras que los diferentes grupos de poder, defenestraban los métodos empleados por los estudiantes, pero apoyaban veladamente la privatización de la educación. “Por sus hechos los conoceréis.”

Lo que publicitariamente se dio en llamar la “transición democrática” en México, término acuñado en la ciencia política para referirse a los momentos políticos posteriores a las dictaduras militares del cono sur; para México significó la continuación del modelo neoliberal mediante métodos mas abiertamente militarizados. En términos más claros, dicha transición, que en los países del cono sur significó más libertades democráticas, para México significó la implementación de las políticas económicas neoliberales mediante el uso de las fuerzas armadas y de los aparatos de seguridad. En julio del 2000, justo cinco meses después de la toma de la universidad por la Policía Federal Preventiva, el candidato de un nuevo partido político era electo por voto popular como presidente de la república, algo que no había sucedido en 82 años. El júbilo fue demasiado por haber sacado al PRI de la presidencia y en ese momento no fue evidente para la mayoría de la población que no había que esperar nada bueno ni nuevo del candidato del partido conservador.

La UNAM y los retos del estudiantado.

Afortunadamente la gratuidad es un hecho para los miles de estudiantes que logran estudiar una carrera universitaria dentro de la UNAM, esto constituye un pequeño triunfo frente a los retos y desafíos que se manifiestan dentro de la máxima casa de estudios.

El primero tiene que ver con la burocracia universitaria y los grupos de poder que la controlan. Analizando las diversas movilizaciones que ha desarrollado la comunidad, todas y cada una de ellas se han topado contra el monstruo burocrático.

Fue este monstruo burocrático, que tiene como gran señor al Rector de la universidad que junto a la Junta de Gobierno y al Consejo Universitario, llevaron adelante las reformas que permitieron la imposición de cuotas, sin importar que la mayoría de la comunidad estuviera en desacuerdo con ellas.

Por otro lado, es necesario señalar que ese monstruo burocrático se traga más de la mitad del presupuesto universitario, además de ser terriblemente ineficiente en la resolución de las demandas de los sectores estudiantiles y del profesorado, quienes en fechas recientes han empezado a levantar la voz contra la subcontratación, los salarios miserables y los pagos a destiempo.

Las estructuras de poder dentro de la universidad son autoritarias y antidemocráticas. De ello pueden dar cuenta los movimientos feministas que tomaron diversas facultades en el año 2020, como respuesta a la inacción de parte de las autoridades frente a los cientos de denuncias de acoso y abuso sexual por parte de profesores, sin que esto moviera una pulgada la estructura universitaria, la cual ha hecho cambios cosméticos, pero que en la realidad deja la justicia para después.

El segundo reto que tienen los estudiantes, es la cuestión del acceso a la universidad y las condiciones generales de estudio. Si bien la gratuidad es una realidad, la composición social del alumnado tiene una tendencia cada vez más inclinada hacia las capas medias y medias altas. El presupuesto público le está pagando la universidad a las clases medias y cada vez menos a las clases populares. De tal manera que si alguien que pertenece a las clases populares insiste en tener una educación superior o media superior, destinará mucho más del presupuesto familiar para poderlo hacer o en su caso, elegir una carrera técnica que lo prepare para su inmediata inserción laboral como parte del ejército industrial calificado de reserva, algo nada despreciable, bajo el panorama laboral que viven los egresados de la licenciatura o del posgrado.

Esto no es algo nuevo, las corrientes de activistas que sobrevivieron a la huelga estudiantil del 99-2000 ya habían acusado recibo de este proceso. Frente a ello sobresalieron dos tácticas: la primera, la de organizar a los estudiantes rechazados y no aceptados, quienes, por medio de la movilización y el activismo político, lograron no pocas veces, sentar a las autoridades de la UNAM y de otras instituciones a negociar la posibilidad de acceso de cientos de estudiantes más. La segunda, fueron los cursos gratuitos de preparación para el examen único al nivel medio superior. Destacan el curso desarrollado en el CCH Oriente, el curso desarrollado en la facultad de ciencias y por su puesto el Curso popular Zapata Vive y el Curso La UNAM a Tepito. Aquí el enfoque era derrotar el mecanismo del examen estandarizado, impuesto y controlado por el CENEVAL, que no es sino un organismo privado mediante el cual los empresarios imponen los requerimientos del mercado laboral en los planes y programas de estudio, el cual es tema mucho mas amplio y que es una discusión que se ha dado en las aulas y en las calles, no solo de la UNAM, sino en la mayoría de las instituciones de educación superior.

La gratuidad en el más amplio significado no es solo la ausencia de cuotas, es también el gasto que representa para una familia el que un hijo esté estudiando el nivel medio o el nivel superior. Hoy más que nunca resultó evidente la necesidad de tener a la mano computadora, tablet o celulares con acceso a internet.

Por otro lado los gastos en transporte y en alimentos de los estudiantes son bastante elevados, en el caso de la UNAM no hablo de los alumnos que viven en Coyoacán sino de los estudiantes que viven en la periferia en los municipios más poblados del estado de México, por cierto bastante golpeados por la pandemia, hablo de los estudiantes que deben recorrer dos horas mínimo para llegar a tiempo a la universidad y que deben tomar más de un transporte para llegar y deben permanecer en la universidad la mayoría del día.

Todas ellas constituyen las condiciones mínimas que un estudiante necesita para el desempeño de sus tareas. No es necesario señalar que, en la UNAM, particularmente en Ciudad universitaria, el alumno se ve forzado a consumir alimentos muy costosos y de poca calidad en las cafeterías de la mayoría de los planteles, ya que el modelo que ha impulsado el patronato universitario, más que pensar en el alumnado, piensa en el negocio, imponiendo modelos de subarrendamiento y concesión, que obligan a quien da el servicio ha elevar los precios. Parafraseando la campaña sucia de rectoría con la cual defendían la necesidad de las cuotas, esa que decía: ¿Fumas?, ¿Cuántos cigarros diarios?,  ¿si sumas todos esos, cuantas cajetillas a la semana, al mes al año…?; yo les pregunto: ¿Cuánto personal de confianza tiene cobrando sin hacer nada?, ¿Cuánto le paga por concepto de honorarios al año?, ¿A poco no es posible prescindir de dichos sujetos y con ese dinero pagar un comedor universitario, en donde el estudiante pueda acceder a una alimentación balanceada y a precios accesibles como en la UAM o en Chapingo?. Evidentemente la respuesta de rectoría, de la junta de gobierno, del consejo universitario y del patronato, es NO.

Sobre las formas y los instrumentos de lucha del estudiantado.

Tres son las principales experiencias de organización, que a lo largo de la historia ha desarrollado el estudiantado moderno, particularmente en el centro del país. Una de ellas de coordinación con otras escuelas: el Consejo Nacional de Huelga (CNH) en las jornadas heroicas de 1968; Dos de ellas acotadas a la coyuntura propia de la universidad: El Consejo Estudiantil Universitario en 1986 y el Consejo General de Huelga en 1999-2000.

De estas experiencias de organización debemos resaltar ciertas características. La primera y mas importante es que nacen de la necesidad de democratizar las estructuras de poder, ya fuese de la universidad o ya fuese del poder público. Por ello, se desarrollaron hacia dentro como órganos asamblearios, deliberativos y de voto a mano alzada. En donde la mayoría de las decisiones, se tomaban con la participación de amplias masas estudiantiles que se hacían presentes en las asambleas y en las movilizaciones. Aspecto positivo a todas luces.

Un aspecto negativo es que los tres, se crean como una respuesta frente a hechos de represión o como respuesta a imposiciones de rectoría y después de llevar adelante la batalla quedaron como testimonio histórico, al punto de que hoy ni en la UNAM ni en ninguna de las escuelas del área metropolitana existe un organismo autónomo e independiente que sea permanente en la lucha por las demandas estudiantiles.

Este aspecto no es menor, porque influye en la dinámica que tiene actualmente el movimiento estudiantil. Si algo demostró la existencia del Consejo General de Huelga es que los órganos democráticos y asamblearios si bien tienen sus grandes defectos, son un mecanismo posible, viable y válido a la hora de dar la lucha política y la movilización.

Ejemplos exitosos de órganos estudiantiles tenemos dos, que pueden servir como ejemplo, para crear una central estudiantil: Primero la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), que aglutina a los estudiantes de 15 normales rurales, una normal indígena y un CREN. Dicha Federación se mantiene activa y movilizada por mayor financiamiento y por mayor matrícula, para las escuelas normales.

La otra experiencia es el Consejo General de Representantes (CGR), que se creó en la Universidad de Chapingo, paralelo a los entes de representación y de gobierno, que se caracterizó en sus mejores momentos por estar compuesto por un representante de cada grupo y tomar decisiones de manera asamblearia.

Definitivamente el mayor reto de los estudiantes es crear un instrumento de lucha que sea democrático, asambleario, rotativo, representativo y sobre todo PERMANENTE. De no ser así, los retos arriba mencionados quedaran como simples testimonios o como deseos para estrellas fugaces. Para hacerlo posible, las diversas corrientes políticas deberían comportarse con madurez y tomar ejemplo de las experiencias pasadas como las ya mencionadas o experiencias de países como Chile, donde las centrales estudiantiles jugaron un papel importante en la lucha por educación gratuita como ante sala de las batallas contra la constitución pinochetista.

Por ahora solo resta saludar con la mano izquierda a la generación que defendió el carácter público y gratuito de la UNAM y de la educación media y superior, hecho que significó una derrota en toda la línea de la clase política priista y que nos demuestra el valor de la unidad contra aquellos que nos quieren despojar de todo.

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