Por Julio
Pimentel Ramírez
En las actuales circunstancias en que Michoacán padece violencia, inseguridad,
pobreza e ingobernabilidad –características que se extienden por casi todos los
rincones de la República—, la semana pasada en la Comunidad Indígena de
Tarejero, municipio de Zacapu, recordamos el 39 aniversario de la detención y
desaparición de cinco integrantes de la familia Guzmán Cruz y otras tres
personas, constatando que la persistencia de la injusticia y la impunidad son
dos de los factores que explican la crisis humanitaria de hoy.
El terror de Estado, estrategia que los grupos dominantes utilizaron durante
gran parte de la segunda mitad del siglo XX, sembró muerte en comunidades,
pueblos y ciudades, asesinando, torturando y desapareciendo a miles de
personas, cosechando miedo, desesperación e incertidumbre en las familias de
las víctimas, en su entorno, en la sociedad misma.
Sin embargo, esos sentimientos de dolor y sometimiento fueron vencidos
germinando la semilla de la resistencia, floreciendo la lucha, el indeclinable compromiso
por alcanzar la verdad y la justicia, así como sus consecuencias necesarias e
indispensables que son, entre otras, el fin de la impunidad, la reivindicación
de la memoria histórica de las luchas sociales y las víctimas de la represión
de Estado, el resarcimiento integral del daño a familiares, la generación de
condiciones legales, políticas y sociales que impidan la repetición de la
violación a los derechos humanos.
Recordemos que desde el momento mismo de la detención y desaparición de José de
Jesús Guzmán Jiménez; Amafer, Armando, Solón Adenauer y Venustiano Guzmán Cruz;
su esposo e hijos, doña Salud dio inicio no solamente a la tarea de sacar
adelante a su familia sino también, con dolor, amor y valentía a la lucha por
recuperar a sus seres queridos, víctimas de la represión de Estado.
Tarejero hoy los recuerda. Después de varios años de alejamiento con la
comunidad, ésta finalmente reconoce en la familia Guzmán Cruz, un ejemplo de
lucha pero también una encarnación del horror infundido por el Estado para
tratar de contener a la población, señala acertadamente una crónica del Centro
de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez.
Por eso, varias personas solidarias son invitadas año con año a participar de
esta memoria que también ha tenido que reconocer, si no el Gobierno Federal, sí
los gobiernos cercanos a la comunidad, como Zacapu. En el año de 2009, el
Cabildo del municipio de Zacapu decidió conmemorar el “Día de Los Mártires de
la Democracia”, como se refieren a los miembros de la familia Guzmán Cruz
desaparecidos.
La bienvenida estuvo a cargo de Feliciano Mercado, Jefe de Tenencia de
Tarejero, y en esta ocasión estuvieron presentes José Trinidad, K’eri
(Consejero) del Consejo Mayor de Gobierno Comunal de Cherán –una de las
comunidades emblemáticas de la autodefensa purépecha ante la violencia del
crimen organizado y en defensa de sus recursos naturales-; Nicolás Bautista,
representante de las autoridades comunales de Santa Fe de la Laguna; Juan
Enrique Bobadilla a nombre de los pueblos, comunidades y organizaciones
indígenas residentes en el Distrito Federal.
También asistieron, además de la familia Guzmán Cruz, representantes de la
Fundación Diego Lucero, el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro
Juárez, Izquierda Democrática Popular y el Frente Nacional de Lucha por el
Socialismo, así como el alcalde de Zacapu y el presidente de la Comisión
Estatal de Derechos Humanos del Estado de Michoacán, José María Cazares
Solórzano.
Para el joven abogado del Centro Pro, Andrés Fernández: “La tradición purépecha
refleja, como su bandera, los elementos de su hospitalidad. La bandera tiene
los cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales, pero también cuatro
características de la región purépecha, a saber: el maíz morado, el lago de
Pátzcuaro, la región de la cañada y la región de la Sierra. Este pasado sábado
20 de julio, nuevamente se escoltó esta bandera acompañada del himno purépecha
y se hizo la entrega del bastón de la sabiduría, o bastón de mando, a la
comunidad de Tarejero, por parte de los cargueros que lo tenían, procedentes de
Jarácuaro”.
Después de muchos años de exigir justicia ante las instancias nacionales, no
conocemos el destino concreto de nuestros compañeros, nuestros seres queridos,
y los autores intelectuales y materiales de los delitos de lesa humanidad
cometidos contra ellos siguen impunes. Ante ello, los familiares y
organizaciones de derechos humanos que las acompañan decidieron presentar los
casos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, camino que también
demanda un esfuerzo incansable para lograr resultados.
Así, para superar y resolver positivamente la violencia de hoy es
indispensable, además de transformar radicalmente el modelo económico, político
y social vigente, establecer la verdad en los casos de los miles de
desaparecidos de ayer y de hoy, terminando con la impunidad de que gozan los
responsables intelectuales y materiales de esos y otros delitos de lesa
humanidad.
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