Editorial
En días recientes Andrés Manuel López Obrador anunció su intención de que, ya sea mediante reforma constitucional o decreto presidencial, la Guardia Nacional (GN) pase al mando directo del ejército, es decir que se formalice su incorporación a la institución militar. Con tal propuesta en realidad solo legalizará lo que de hecho ya sucede pues es de conocimiento público, y ha sido denunciado numerosas veces, que dicha corporación está conformada fundamentalmente por elementos militares que simplemente cambiaron de uniforme y que toda su estructura operativa es controlada por altos mandos de dicha institución, pero además terminará por traicionar su propuesta de campaña de desmilitarizar la seguridad nacional, de regresar los soldados a los cuarteles; en vez de disminuir la presencia militar en la vida pública lo que hará es dar otro paso en el aumento del poder castrense en el escenario nacional. Es un avance en la configuración de un Estado aún más autoritario.
Este proceso tiene varias implicaciones para las organizaciones populares y revolucionarias pues realza aún más los rasgos conservadores de la 4T y hace patentes el tipo de poderes y relaciones sociales que configuran y representa el Estado mexicano. Evidencia los límites de la propuesta lopezobradorista y nos dice a qué Estado se enfrenta cualquier posible proceso de lucha y transformación social. En primer término, los pactos y negociaciones de AMLO con la élite castrense -del cual la repatriación y excarcelación del general Cienfuegos es su signo más evidente- muestran tanto la debilidad organizativa e ideológica de las fuerzas populares que apoyan la autodenominada 4T como la concepción de la política de su máximo dirigente. Antes que apoyarse en las masas promueve los pactos de elites para llevar a cabo sus proyectos. Su propio triunfo electoral no fue el resultado de una gran movilización popular sino de la gestión de acuerdos con la elite empresarial como lo muestran la colocación de Alfonso Romo en la Oficina de la presidencia y de tantos otros representantes de la oligarquía en el resto del gabinete.
De lo dicho resalta un dato alarmante. A pesar de que militantes de izquierda, defensores de derechos humanos, activistas sociales, académicos y organizaciones nacionales e internacionales denunciamos que el ejército comete permanente y reiteradamente violaciones graves a los derechos humanos, incluso que pueden llegar a ser calificados como crímenes de lesa humanidad, el pueblo mexicano tiene en alta estima a las fuerzas armadas. Podríamos discutir ampliamente sobre las razones para ello, sin embargo, el dato preocupante es que la mayoría de la sociedad pone su confianza en una organización en vuelta en múltiples hechos de violencia y corrupción, por demás antidemocrática, opaca y que protege a su personal con mantos de impunidad como pocas instituciones. Es a esas FFAA corruptas y asesinas a las que el pueblo apoya y a las que AMLO está haciendo crecientes cesiones de poder económico y político.
Esto nos lleva al otro punto, pues respecto a la configuración estatal la cuestión es aún más grave. Si bien AMLO terminará su gestión y dará paso -muy probable e independientemente de quien sea su sucesor- a una aún más conservadora, lo que debe tenerse en cuenta desde una perspectiva más amplia es el tipo de Estado que todas esas concesiones están creando; ¿a qué FFAA es a las que se está otorgando el control de las áreas estratégicas de la economía y el control de la seguridad ciudadana?
Para nadie es un secreto que los niveles de violencia en amplias zonas del país son incontrolables y sumamente preocupantes para las grandes mayorías que las viven y las sufren, incluso la Ciudad de México, que antes era vista como una excepción, hoy es víctima de ajustes de cuentas y cobros de piso. Estos niveles de violencia son posibles gracias a que los grupos del crimen organizado logran la complicidad o el silencio de las fuerzas de seguridad, sobre todo del ejército. Quien crea que el ejército es una institución inmaculada y libre de todo pecado está cometiendo un error gravísimo; el ejército es parte de la estructura criminal. La infiltración, cooptación, subordinación y colaboración directa de los militares es lo que en gran medida hace posible el funcionamiento de la acumulación mafiosa vinculada al narcotráfico y el resto de actividades del crimen organizado, ¿no fue acaso, en última instancia, el ejército quien permitió la desaparición de nuestros 43 hermanos normalistas?
Las FFAA armadas a las que AMLO otorgó el control de aduanas y puertos, la construcción de los megaproyectos y ahora la seguridad nacional son una corporación profundamente permeada y vinculada al narcotráfico, son parte del narcotráfico. Pero la penetración del crimen organizado se encuentra también en el aparato judicial donde policías, sobre todo municipales, y jueces se encuentran al servicio del jefe de plaza correspondiente. Por eso la tesis de la ausencia del Estado o de un “Estado fallido” es falsa y tergiversa la realidad; no es la ausencia del aparato estatal lo que permite la continuación de la acumulación mafiosa sino que es la puesta de tal aparato en función de las actividades criminales lo que permite la continuación y reproducción del crimen y su violencia desmedida. El Estado no es ajeno a la realidad del poder económico del narcotráfico, esta permeado por él y así lo expresan todas sus instituciones, es, en gran medida, un Narcoestado. El caso de García Luna es una de sus evidencias más contundentes.
Así pues, Andrés Manuel dejará un ejército fortalecido ante la opinión pública, enriquecido por las decenas de contratos en sus mega obras y al mismo tiempo amplia la penetración criminal en el aparato estatal. AMLO blanquea al ejército y le da sustento jurídico y legal a su permanencia en las calles y en el control económico de áreas estratégicas y por el otro la violencia no cesa, se complica, se hace más fuerte abriendo espacio a discursos conservadores, sobre todo de las élites más reaccionarias, sobre la necesidad de un gobierno de “mano firme”, ahí está a la mano el triste ejemplo de Bolsonaro. El fracaso de la política conciliadora de Lula abrió las puertas a la ultraderecha, aquí podría estar pasando lo mismo.
Ante tal escenario surgen y se multiplican las preguntas: ¿Qué debe hacer la izquierda comunista ante este escenario que heredará AMLO?, ¿cuál será la mejor forma de lucha?, ¿tienen los llamados “progresismos” un carácter realmente progresivo, contribuyen a la causa de la emancipación social? Sin pretender agotar las respuestas, en este número se ofrecen algunas pistas para la discusión. Presentamos un breve reportaje sobre el lanzamiento del Frente de Izquierda mediante el que distintas fuerzas populares pretenden participar electoralmente en Michoacán, uno de los estados más agraviados por el narco, para ser una alternativa ante los partidos burgueses y así nos interpelan a discutir sobre la táctica más viable en las actuales circunstancias. En esa misma dirección presentamos un nuevo apartado del trabajo “Praxis y táctica en el horizonte actual. ¿La relación Teoría-Práctica?” con el cual se nos invita a reflexionar sobre el papel de la hegemonía burguesa y su papel en lo que parecen avances de la lucha social. Así los compañeros se preguntan si la Revolución Mexicana e incluso la Constitución de 1917 concebidas normalmente como logros de la lucha popular son realmente tales toda vez que terminaron siendo funcionales a la dominación burguesa y la reproducción capitalista; la misma perspectiva podríamos asumir frente a la 4T. También la segunda parte de “El último comandante” y “Apuntes de Guerra” del compañero Ítalo Díaz aportan elementos a esta preguntas pues en el primero continúa la recuperación del pensamiento del dirigente histórico del FSLN Carlos Fonseca y en concreto respecto a la relación entre la lucha de liberación nacional y el proyecto socialista mientras que en el segundo aborda un caso dramático de la guerra sucia en nuestro país y su relevancia ante la conformación de la llamada “Comisión de la verdad” pues los alcances y resultados de esta sin duda ahondarán el carácter real de la 4T y de manera más importante mostrarán el papel real de las FFAA en la configuración del Estado mexicano.
Esperamos como siempre seguir aportando a la discusión y reflexión tan necesaria para la conformación de una perspectiva revolucionaria en nuestra patria.
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