Editorial
En septiembre, el gobierno conmemoró la gesta impulsada por quienes firmes a sus convicciones ofrendaron su vida a la causa de la independencia del país. Con el pensamiento liberal y el sueño independentista enarbolado por Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, Altagracia Mercado, Miguel Hidalgo, José María Morelos, Francisco Javier Milla entre muchos hombres y mujeres que ofrendaron su vida a la causa de la libertad; el pueblo mexicano se alzó en armas y se desarrollo la guerra de independencia que culminó con la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México, un 27 de septiembre de 1827.
Esta vez, la diferencia de esta conmemoración con la que tradicionalmente realizaron los gobiernos del PAN y del PRI, incluso con las que este gobierno realizó los últimos dos años, fue la presencia de mandatarios de los gobiernos de los países Latinoamericanos y del Caribe. Precedido en agosto por un posicionamiento que condenó la sangrienta invasión encabezada por Hernán Cortez, réplicas y contra réplicas a exigencias para que el rey español pida, disculpas a los pueblos indígenas por el genocidio que implementaron, septiembre tuvo, a finales, un posicionamiento de justicia al pueblo Yaqui y una petición de perdón del gobierno por los “agravios” cometidos contra los pueblos originarios.
Presenciamos discursos que condenaron el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto contra Cuba por el imperialismo estadounidense. El presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel fue invitado especial a la celebración de la Independencia, en su discurso reconoció que la presencia de López Obrador en el gobierno de México contribuía al cambio de la correlación de fuerzas que se manifiesta en el continente. Unos días después se realizó la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, en la que se habló de la integración económica y de la unidad Latinoamericana. La memoria de Simón Bolívar apareció en Palacio Nacional.
El reclamo de la soberanía de la nación, por la que lucharon los héroes de la independencia apareció aunado a la participación de los cosmonautas rusos en la celebración de los 200 años de la caída de Tenochtitlán y del mensaje remoto del presidente Xi Jinping en la reunión de la CELAC. La conquista de la soberanía implica más que eso, pero se ha evidenciado que el camino que pretende este gobierno en ese sentido, tarde o temprano tendrá la reacción imperial, reacción que contará con la colaboración de las organizaciones de derecha, golpistas y fascistas.
Fuera de esos ámbitos oficiales, en eventos públicos presenciales o a través de las redes sociales, fueron recordados los participantes del Grupo Popular Guerrillero que el 23 de septiembre de 1963 atacaron al cuartel Madera en Chihuahua. Esta gesta heroica encabezada por Arturo Gámiz y doce combatientes es reivindicada como el inicio de la lucha armada por el socialismo en México, lucha insurgente que da continuidad a la anunciada por el cura Miguel Hidalgo con el grito de independencia. Como muchos combatientes que vivieron para morir resistiendo y luchando con el pueblo, en la historia de nuestro país quedo escrito el nombre de los caídos: Pablo Gómez Ramírez, Miguel Quiñones Pedroza, Rafael Martínez Valdivia, Oscar Sandoval Salinas, Salomón Gaytán Aguirre y Antonio Escobel, Emilio Gámiz García y el comandante Arturo Gamiz.
Aquel grupo guerrillero fue seguido por números hombres y mujeres que dieron continuidad a la insurgencia armada, a la que el escritor Carlos Montemayor llamó “la guerrilla recurrente”, la que es parte de la realidad política de hoy. La lucha armada contra el estado burgués mexicano propició que en su actividad contrainsurgente, el Estado implementara una estrategia contrarrevolucionaria que no envidiaba nada la desarrollada por las dictaduras de Centro y Sudamérica. Miles de asesinados y de desaparecidos fue el saldo de la brutalidad realizada en contra del “comunismo”.
La presión guerrillera se sumó a otros factores que obligaron al Estado a implementar en su lucha contrainsurgente la llamada reforma política en 1977. Además de los insurgentes, atrás estaban las matanzas del 2 de octubre en 1968 y del 10 de junio de 1971. Con esa reforma el Estado pretendió abrir la olla de presión que estaba a punto de explotar, ampliando la participación electoral sentando las bases a la formación y participación de partidos políticos de oposición.
Curiosamente, el anunció de esta reforma la hizo el entonces secretario de gobernación en Chilpancingo, Guerrero, uno de los estados más convulsionados por el descontento social y la participación popular con los grupos guerrilleros encabezados por el Partido de los Pobres y Lucio Cabañas. Desde aquel momento, la izquierda socialista seguiría dos caminos distintos con la decisión de unos de continuar con la resistencia armada y de otros de involucrarse en los causes institucionales.
Al día de hoy, se puede afirmar que la alternativa socialista ha sido borrada de los causes institucionales y encontramos en el PRD el símbolo de esa traición y en Morena la hegemonía de una mayoría que a decir de muchos críticos internos se ha apoderado del partido y alejado de las bases y del pueblo, desde la cual la derecha y la contrarrevolución seguirán manteniendo la opresión y explotación de nuestro pueblo. El gobierno de hoy no camina hacia el socialismo, no le toca realizar esa revolución. Por eso, la gesta del 23 de septiembre de 1965 no figura en su agenda. El gobierno de hoy, disputa las bases indígenas que tradicionalmente han luchado junto a las organizaciones guerrilleras, por eso permite la agresión contra las comunidades y militancia del EZLN.
Toca a las organizaciones que reivindicamos el socialismo y que desde la perspectiva de la lucha por la vida y la consigna de que otro mundo es posible, construir la alternativa política, económica y social que avance en el camino de la revolución, de la liberación nacional y del poder popular.
La guerra de guerrillas en México, se desarrolló en un contexto latinoamericano en el que el golpe de Estado perpetrado en Chile en contra del presidente Salvador Allende y la instauración de la dictadura militar de Pinochet, que a sangre y fuego abrió paso al experimento neoliberal que se encargaron de establecer más tarde los presidentes imperialistas Ronald Reagan y Margaret Thatcher.
En esa coyuntura, no había alternativa, se impuso el camino de la guerra a los pueblos, que no dudaron en tomar nuevamente las armas al grito de “Patria o Muerte”. En chile, reivindicando al héroe de la independencia de ese país, Manuel Rodríguez, empuñaron las armas el Frente Patriótico, junto a organizaciones guerrilleras como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Movimiento Juvenil Lautaro. Los pueblos indígenas fueron partícipes de esta rebelión en la que es de considerar la encabezada en Guatemala por grupos guerrilleros que integraron la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca.
No puede pasar desapercibido, para los socialistas latinoamericanos, y especialmente a los mexicanos, que el gobierno actual ha entregado a los gobiernos represivos y corruptos de Chile y Guatemala, a guerrilleros reconocidos como al guatemalteco César Montes comandante de la entonces Fuerzas Armadas Rebeldes y de Raúl Julio Escobar, “comandante Emilio”, del entonces Frente Patriótico Manuel Rodríguez. No es cuestión de debate, porque esta a simple vista, que los gobiernos chilenos que sucedieron a Pinochet, incluido el de Sebastián Piñera, no han significado la destrucción del Pinochetismo al igual que en Guatemala, incluido el gobierno de Jimmy Morales, son continuidad del de Ríos Montt.
Tal vez esta postura, pueda sumarse a la confrontación que el gobierno obradorista ha tenido con la revolución sandinista, que viene impulsando su revolución después de derrotar el intento de golpe de Estado dirigido desde las élites neoliberales imperialistas de los Estados Unidos en el 2018. Las acciones del gobierno sandinista en contra de personas encumbradas por la propaganda mediática como líderes de oposición en ese país, tienen el mismo argumento por el cual el Presidente López Obrador solicitó a su homólogo estadounidense el cese del financiamiento a la asociación civil Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, encabezada por el tristemente célebre Claudio X González.
De cualquier forma, la cuarta transformación sigue esgrimiendo sus argumentos. Toca a los socialistas, demostrar que tenemos la capacidad de ganar la conciencia y voluntad del pueblo para construir la alternativa real capaz de llevar el proceso de transformación a la revolución socialista.
https://www.yumpu.com/es/document/read/66489207/revista-poder-popular-4
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