Sin alarde de falsa modestia creo conveniente empezar esta reflexión, asumiendo que TODOS EN EL MMCRE SOMOS PEQUEÑOS, frente a los enormes desafíos que nos plantean los nuevos tiempos, para tratar de posicionar en el escenario del país, una alternativa nacional de izquierda anticapitalista o bien socialista, en la inteligencia que para nadie pasa desapercibido que la IV T, en su esencia, ofrece una versión capitalista, así sea más benevolente, benefactora y menos rapaz, que la del capitalismo salvaje que asoló el país durante poco más de 30 años.
Hoy no faltan quienes se desgarran las vestiduras por el ascenso de los morenistas a la primera magistratura del país y a los principales asientos del poder del Estado, pero en la izquierda debemos ser autocríticos. ¿Cómo pedirle al “peje” que haga lo que nosotros no hemos podido hacer? No se trata de renunciar a las consignas, hay que empujar la concreción de las transformaciones que aspiramos, se trata, me parece, de abrirnos camino sin hacerle el juego a la oligarquía neoliberal y a la ultraderecha fundamentalista. Es un proverbio de origen árabe, que los salinistas y los seguidores del “Jefe Diego” conocen muy bien, que el “enemigo de tu enemigo es mi amigo” y en la práctica, sino somos sagaces, podemos jugar este triste papel. No obstante, está claro también que Obrador debe definir la ruta de sus pasos y donde avance contra los intereses populares, debe encontrar férrea resistencia, pero cuando avance, a fuerza de la presión social o por convicción propia, contra aquellos a quienes denomina conservadores de derecha, debemos estar en la primera línea, para cortar de raíz toda posibilidad de retorno, de ese obscuro pasado reciente que ensangrentó al país y empobreció como nunca a los sectores populares.
En situaciones complejas, nos dice Luis Hernández Navarro, recordando al filósofo Baruch Spinoza o Benedictus, no hay que reír ni llorar sino comprender. (Los Misteriosos Desaparecedores, La Jornada, 28 de diciembre, 2010)
La verdadera maldición de Malinche, no fue la de arrodillarse y aprisionar su corazón en el brillo de la armadura, que portaba la bestia, emergida de la civilización mercantilista, fue la división de los pueblos originarios, que prisioneros de las circunstancias, de su situación económica-social y política cultural, no pudieron enfrentar unidos, el rojo amanecer que les esperaba. Han pasado más de 500 años y parece que esta maldición se extiende también a la izquierda de los movimientos sociales y políticos, como una debilidad endémica, que atrofia todo intento de marchar juntos y unidos bajo un solo estandarte.
Detrás de los 30 millones de votantes que favorecieron a Obrador y la oferta política de la IV T, encontramos un hartazgo social que se fue acumulando durante años y que el hoy Ejecutivo de la nación supo encausar por la vía electoral, sin que las izquierdas fragmentadas como estamos, pudiéramos ofrecer una alternativa nacional distinta, pese a que las luchas sociales y políticas que catapultaron este descontento social, en muchos de sus episodios, se encuentran estrechamente vinculados a las batallas libradas por nuestras fuerzas, en sus diferentes frentes y vertientes, tanto sociales, políticas y militares. Basta recordar el alzamiento de los zapatistas; el surgimiento del EPR y otras expresiones de la insurgencia armada; las propias autodefensas en distintas comunidades y Estados del país; la insurrección de la APPO en Oaxaca; la Batalla de Atenco; los 43 en Ayotzinapa y la resistencia de Nochixtlan, para mencionar algunas de las que calaron hondo en la percepción y horizonte de la lucha del pueblo mexicano.
La CNTE nos ha dado un ejemplo de cómo se puede articular un movimiento social y político en medio de sus profundas diferencias, incluso del golpeteo interno y de rivalidades tribales y ha dejado ver un musculo que no tiene paralelo, articulando movimientos en más de cuatro estados del país y movilizándolos de manera simultánea, así sea, poniendo por delante reivindicaciones gremiales que se entretejen con posiciones políticas diversas, pero que apuntan hacia un horizonte distinto del liberalismo político y económico, en cualquiera de sus versiones.
Un contingente emergente se abre camino en la CNTE. Con el estigma de advenedizos, son las organizaciones sociales, que han dejan patente en las calles su condición de maestros, pero también con propuestas educativas, unas sustentadas en la pedagogía critica, otras en la neurociencia y así, en diversas alternativas, todas vinculadas a las necesidades y construcción de proyectos educativos de los sectores marginados y más empobrecidos en el Edomex, justo ahí, en donde tradicionalmente el priismo y el grupo Atlacomulco, con cerca de 80 años de gobierno ininterrumpido, conserva lo más duro de su voto.
Sin duda, el trabajo de las organizaciones sociales y sus proyectos educativos han contribuido a sembrar la flor del conocimiento, en el desierto de la ignorancia, fértil para el clientelismo, el oprobio y la perversión de la conciencia. Ayuno de su fruto el priismo se desmorona y frente a él crecen nuevas generaciones con nuevos horizontes.
Una tarea pendiente toma significado frente al desmoronamiento visible del tradicional grupo de poder en el Edomex. El Sindicato de Maestros al Servicio del Estado de México (SMSEM), es la expresión más cruda del sindicalismo charro, bastión de las estructuras de poder, que con amenazas y prebendas mantienen sometido al magisterio.
Si no marchamos unidos en esta coyuntura, una vez más nos alcanzará la postración y veremos desde el balcón de nuestra ideología, la lejanía del cambio al que aspiramos.
El duelo ideológico de las izquierdas no tiene porque exacerbarse con la denostación, la injuria y los calificativos que buscan imponer una supremacía política sobre sus contrarios, máxime si estas confluyen en espacios sociales de lucha, cuyas reivindicaciones son en lo fundamental económicas. La “cháchara” le llamamos de pronto en el MMCRE, quizá más como una forma de reírnos de nosotros mismos, que como una expresión de menospreciar, al salario del que todos vivimos, o la búsqueda de un empleo estable y digno, que nos permita generar el pan, que todos llevamos a nuestras familias.
Cuando en medio de las disputas ideológicas asumimos actitudes vanguardistas, o supremacistas de izquierda, olvidamos que el último criterio de la verdad es la práctica y que lo contrario, es aproximarse más a posiciones dogmáticas, que se asumen como poseedoras de la última verdad.
El pasado 14 de marzo se cumplieron 137 años del fallecimiento de Carlos Marx, quien con Federico Engels, sentó las bases de lo que ahora conocemos como marxismo. Para algunos de nosotros, sigue siendo un instrumento teorico, útil y vigente, pero a veces, lo reducimos a una especie de profecía bíblica de izquierda y pasamos por alto su carácter científico, sustentado en el pensamiento filosófico, materialista y dialectico, que abrió cause al entendimiento de los problemas sociales e históricos y que desentrañó, en lo fundamental, a través del estudio de la economía política, las leyes que rigen el desarrollo del capitalismo, brindándole a los oprimidos, el instrumento teórico para su praxis revolucionaria y su constante lucha por la mejora de sus condiciones de vida.
En el MMCRE, confluimos distintas organizaciones sociales y colectivos políticos de activistas; no sabemos a ciencia cierta cómo se procesan las tomas de decisiones en cada una de estas expresiones; poco conocemos de su vida interna, quizá lo que encontraríamos al escudriñar estos misterios, no nos gustaría, o quizás encontraríamos experiencias para retroalimentar las propias, lo cierto, es que más allá de quienes acudimos regularmente a las reuniones del MMCRE, hay una base social que interactúa, hay intereses sociales económicos y políticos, hay contradicciones y consensos. A veces o muchas veces, las diferencias que se expresan en el MMCRE, no son de índole personal, sino el resultado de las circunstancias en que cada organización tomó o toma sus decisiones, acorde con las realidades y problemáticas que cada cual vive internamente y las consecuentes alternativas que cada cual construyen para resolverlas. En el entendido de lo anterior, nadie podría asumir el papel del Santo Oficio, para juzgar una organización o colectivo distinto al suyo, pero tratar de comprender esta realidad y ejercitar de manera colectiva, formas que nos permitan aproximarnos al conocimiento de las mismas, sin duda contribuiría a fortalecer la tolerancia y a la construcción de consensos.
En una expresión de protesta, cuando nuestra base social toma la calle, se condensa todo lo humanamente concebible, desde las historias de vida que confluyen para dar cuerpo a la masa, hasta los intereses económicos, sociales y políticos que nos animan a la lucha, esto ocurre porque nada humano nos es ajeno. La intensidad con la que se viven estos momentos, es una prolongación de la forma como se tomaron las decisiones y de las problemáticas que cada organización tiene, pero naturalmente, en nuestras reuniones esto no sale a la luz, más que de manera esporádica, ocasional y parcial, cuando trascienden los conflictos internos de los colectivos y las organizaciones.
Si el MMCRE quiere tener un futuro, estas masas anónimas algún día deberán tener un espacio para expresarse, para empoderarse y contribuir a la toma de decisiones, que orientan la conducta general de nuestra organización y si así ocurre, serán sin duda, el puntal sobre el que podremos construir un mañana muy distinto del presente, que por momentos nos agobia y desilusiona, sin perder la esperanza, de que el mañana del MMCRE, sea distinto al de los esfuerzos que le precedieron.
Solo cuando esas masas anónimas, que dan cuerpo a nuestras movilizaciones, sin las cuales no habría reivindicaciones y que hacen posible día a día la funcionalidad de las escuelas, y solo cuando estas masas con nombre y apellido se empoderen finalmente en una Asamblea General del MMCRE y solo entonces, empezaremos a dejar de ser pequeños.