Se han cumplido dos años de la llegada de un nuevo partido al gobierno federal, desde su triunfo en las elecciones, pasando por la toma de poder y observando el desarrollo de sus políticas, se ha debatido sobre algunos temas, todo relacionado con lo que a todas luces es una nueva coyuntura política para el país, aunque la lectura de la misma depende del prisma con que se vea y al final del día la practica será el ultimo criterio de la verdad y los hechos serán el mejor testimonio del veredicto histórico.
Para la derecha recalcitrante del país, Obrador es un populista, un caudillo autoritario, enemigo de la democracia, un potencial dictador y en síntesis un peligro para México; para los Zapatistas se trata de la cuarta transformación del PRI inspirada en el viejo PRM que nacionalizó el petróleo y desarrolló una gran capacidad de cooptación a través del corporativismo y una política económica de bienestar; para algunos socialistas y comunistas, es un neoliberal que se ajusta a las directrices del consenso de Washington, la prueba mayor seria su respeto a la autonomía del Banco de México y su postulado de disciplina fiscal; para otros en el mismo espectro de la izquierda, esta claro que ni Obrador ni Morena representan una alternativa anticapitalista, pero en el marco de las contradicciones interburguesas podría representar una oportunidad para el empoderamiento popular.
La solución de esta contradicción transita por diferentes caminos y adquiere distintos rostros de acuerdo con las características de cada país: En los EEUU ha dado lugar a una expresión nacionalista, de corte racista y con tendencia neofascista, lo mismo que en Brasil, con rasgos gorilescos propios de las dictaduras militares de antaño; en Bolivia, Venezuela y Cuba , con mayor o menor éxito, se buscan opciones anticapitalistas, con un proclamado horizonte socialista, pero con el desafío ineludible de tener que profundizar los procesos a la sombra del imperialismo que no cesa sus agresiones; en otros países como Argentina, Ecuador y México se transita alternativamente de regímenes de derecha neo liberales propensos al fascismo a otros de corte progresista que es insuficiente para su análisis, catalogar como socialdemócratas, keynesianos o neo populistas ya que son el resultado del pulso de fuerza entre intereses políticos y económicos con distintos visiones y proyectos de nación y en ningún lado existen modelos económicos y políticos puros, a menos que en nuestro imaginario tengamos una camisa de fuerza para someter a la realidad.
En el espectro de opiniones de la izquierda socialista se coincide en que la alternativa morenista, hoy encabezada por AMLO, no representa una opción anticapitalista. Su plataforma económica, política e ideológica apunta mas hacia una economía de trazos keynesianos y muy cercana al Estado Benefactor, en tanto que en lo político sus propuestas tienden a tomar distancia de la democracia representativa y se aproximan a una democracia participativa. En el terreno ideológico su bautismo evoca al liberalismo jacobino de mediados del siglo XIX, salpicado por la ideología pos revolucionaria de principios del Siglo XX: El nacionalismo revolucionario.
Cualquier caracterización de los componentes de la plataforma politica de Morena encuentra rápidamente dos aspectos transversales: Su énfasis en la reivindicación de los derechos sociales y su aversión “ por lo menos declarativa” a las políticas neoliberales.
Hay que considerar también que el actual presidente de México cuenta con un amplio margen de legitimidad, no solo por la copiosa participación electoral de los votantes, sino también por el amplio margen de diferencia existente, respecto de sus más cercanos contrincantes.
En términos parlamentarios Morena cuenta con el suficiente poder en las Cámaras para impulsar su autodenominada “Cuarta transformación de la República".
La denominada " Cuarta transformación de México ", constituye un esfuerzo de modernización de la estructura económica rural, para incorporar su capital al desarrollo capitalista, en tanto que en las áreas urbanas se busca revitalizar el papel de la mediana y pequeña industria para incorporar su capital al desarrollo nacional.
En el cruce de ambos propósitos, se alienta, con la política socialmente benefactora, el robustecimiento de los sectores medios (profesionistas, maestros, trabajadores de la salud, estudiantes, etc), no directamente vinculados al proceso de producción de bienes materiales, en la idea, de que sea esta " clase media" la que acolchone el antagonismo estructural, entre capital y trabajo, entre obreros y patrones, entre ricos y pobres.
Este es el viejo y recurrente ideal del liberalismo radical, inspirado en las tesis de Juan Jacobo Rousseau, el mismo que en su ensayo sobre "El origen de la desigualdad entre los hombres", sentenció que el surgimiento de la propiedad privada terminaría por descomponer el "Estado de Naturaleza" en que vivían los hombres socialmente armónicos y antepuso la necesidad de establecer un Contrato Social basado en la Soberanía del pueblo, inalienable, intransferible, e imprescriptible, como condición para recuperar la civilidad y racionalidad extraviada
Es también la vieja y recurrente aspiración de los sectores capitalistas que tras la crisis de 1929 en los EEUU, entendieron que la descontrolada inercia del capitalismo, de producir para el mercado, tendía a generar sobreproducción, no porque hubiera superávit en la atención de la demanda social, sino porque había depresión en los salarios y capacidad de compra en el mercado. Muchos años antes Carlos Marx y Federico Engels habían advertido esta contradicción e indicado la recurrencia cíclica de las "crisis de sobreproducción".
La situación que se vive en pleno siglo XXI en México no esta distante de la crisis: El PIB, pese a la apertura comercial y a la entrega de los recursos energéticos al capital transnacional, simplemente no despega, el " milagro asiático" no se reproduce en el país; si en cambio, a lo largo de 30 años hemos atestiguado el despojo brutal de los trabajadores y la precarización de sus condiciones laborales y de vida; la concentración de la riqueza nacional en 24 familias y la pobreza indignante de la gran mayoría de la población, que cuando no vive en la miseria, viven, si bien les va, ahorcados por sus deudas a expensas del capital financiero.
La polarización y descomposición social, la descampenización de los ejidos, tras la reforma salinista, al 27 constitucional; el arribo del capitalismo salvaje, el outsoursing (trabajo a destajo y por horas); el fortalecimiento de la criminalidad y la expansión de la inseguridad; el contubernio de los funcionarios públicos con el narco, en un relación simbiótica sin precedentes; los atentados contra la libertad de prensa y los luchadores sociales; la persistencia de la tortura y la desaparición forzada; el alineamiento a los intereses geopolíticos gringos, a pesar de su conducta fascista, no son mas que la expresión de una profunda crisis del Estado Nacional en su dimensión política, económica y social, gestada al amparo de los gobiernos neoliberales y el Consenso de Washington.
La alternativa morenista, larvada a lo largo de la triste noche neoliberal, encontró finalmente terreno fértil para hacerse del poder por la vía electoral; atrás, como parte del proceso de la ascendente inconformidad del pueblo queda el levantamiento zapatista primero y eperrista después, la comuna de Oaxaca liderada por la APPO, las luchas contra el aeropuerto liderado por el FPDT de Atenco, las luchas por mejores condiciones laborales de los trabajadores agrícolas de San Quintín, Ayotzinapa, Nochixtlan, y muchas otras, como los estertores de un grito ahogado en la garganta, en espera de que llegue el día en que se descongestione la izquierda socialista, anclada en su fraccionamiento y en su incapacidad de constituirse en una alternativa nacional.
No es la hora de rasgarnos las vestiduras por el jubilo obradorista y nuestra impotencia socialista, tampoco de asumirnos como francotiradores de la primavera morenista por no hacer lo que los socialistas no hemos podido hacer. Es la hora de aprovechar las oportunidades que brinda el naufragio neoliberal para empoderar al pueblo y avanzar en cumplimiento de las tareas democráticas de la revolución socialista.
Los socialistas y comunistas debemos ser los más intransigentes centinelas de la proclama anti neoliberal, no solo de palabra, sino en las calles que es donde se forja la fuerza social del cambio que aspiramos. Debemos estar en las plazas morenistas reclamando la abrogación de las reformas estructurales y apuntalando el posicionamiento de la democracia sindical en el magisterio, en el sector petrolero y en todo el sistema laboral, empujando para desterrar a los sindicatos blancos, facilitando el derecho de huelga, los contratos colectivos y la organización sindical de los trabajadores; debemos reclamar la libertad de todos los presos políticos del país y la presentación con vida de los desaparecidos; debemos empujar la recuperación de los recursos energéticos del subsuelo, entregados vilmente a los consorcios extranjeros; defender el agua y la luz como derechos humanos y sociales frente a la privatización neoliberal; empujar la democratización del espacio radioeléctrico de los medios de comunicación; apoyar los acuerdos de San Andrés y a las comunidades autónomas zapatistas; a nuestros connacionales mas allá del Río Bravo, frente al fascismo imperial; tenemos que empujar el regreso del ejército a sus cuarteles y oponernos a la ley de seguridad interior, preludio de nuevos escenarios de la guerra sucia vividos en la segunda mitad del siglo XX ; debemos defender también el derecho a la autodefensas de las comuniades y de la población; debemos demandar una política exterior que pugne por el respeto a la auto determinación de los pueblos y la solución pacífica de los conflictos, que recupere la política de asilo que trajo a nuestro país a los Republicanos españoles enfrentados con la tiranía de Franco, a los socialistas chilenos enfrentados con la dictadura de Pinochet, a los guerrilleros cubanos y centroamericanos que conmovieron al continente con el rugir libertario de sus fusiles.
Al cumplir estas tareas avanzamos en la lucha socialista siempre y cuando, lo hagamos preservando nuestra independencia política e ideológica, lo hagamos de la mano del pueblo en sus trincheras cotidianas de lucha, exigiendo el rendimiento de cuentas y la revocación de mandato.
En esta etapa de lucha antineoliberal y por la democracia participativa se deben organizar las bases políticas y sociales de la futura revolución socialista, creándolas donde no existen, robusteciéndolas donde ya existen y construyendo la unidad del pueblo y sus organizaciones, preparándonos para los combates decisivos que se anuncian en el horizonte.